El iris es la estructura que da el color de los ojos. Se trata de una membrana muscular, coloreada y redondeada cuya abertura central da lugar a la pupila. Está situado detrás de la córnea, separado de ella por el humor acuoso, y por delante del cristalino, tangente al mismo. Su función principal es la de regular la cantidad de luz que pasa hacia la retina a través de la abertura de la pupila.
El color de los ojos viene
determinado por la cantidad de melanina existente en las dos primeras capas del
iris (el epitelio pigmentario y el estroma), con lo que a mayor cantidad de
melanina, más oscuro será el iris y cuanto menos, se verá más claro.
Está determinado genéticamente. En los
niños recién nacidos, el color del iris suele ser azul claro o grisáceo. La coloración
definitiva se alcanza entre los 6 y 10 meses.
Además de dar el color, la melanina ayuda a
protegerlos del sol. Debido a que tienen menos pigmento, los ojos claros son
mucho más sensibles a los rayos dañinos del sol que los ojos negros o marrones.
Nuestros ojos comienzan a cambiar
desde que nacemos. Los bebés recién nacidos apenas tienen melanina en sus ojos,
por eso comienzan la vida con ojos azules generalmente. La melanina aumenta
gradualmente y entre los 6 y 10 meses es cuando se queda determinado el
verdadero color.

Ojos avellana/miel: están entre los
marrones y verdes. Son típicamente europeos.


Ojos azules: son ojos típicamente nórdicos aunque también se extiende a EEUU, Nueva Zelanda y Canadá. En el resto del mundo es bastante raro. La cantidad de melanina no es nada abundante por lo que son los ojos más sensibles a la luz y los más propensos a padecer efermedades oculares. Suelen presentar más fotofobia.
Ojos grises: son los ojos que menos melanina tienen y los más atípicos. Predominan en países bálticos, Rusia y Escandinavia.
Escrito por el Instituto de Oftalmología Avanzada
Alicia Matamoros Hondarza
Dpto. Optometría Clínica